El Bou Ferrer actualmente protegido por un cerramineto subacuático para las visitas guiadas

 

 

¿COMO SE DESCUBRIÓ EL BOU FERRER, CASUALIDAD O CAUSALIDAD?

José Bou y Antoine Ferrer eran dos buceadores deportivos que compartían una afición, fotografiar barcos hundidos que sus dueños habían decidido sumergir por estar en desuso, esto fue lo que les ocurrió un día en el año 1999. Después de su jornada de trabajo rutinario, el cual no había sido muy fructífero y antes de volver a casa, decidieron buscar una embarcación llamada “la barqueta” que como ya no se utilizaba sus dueños habían decidido hundirla intencionadamente. A ello se dedicaban, por encargo hundían embarcaciones viejas y al cabo de un tiempo las fotografiaban para que sus clientes vieran la cantidad de vida marina que se generaba en torno a ella. Ese día decidieron completar la jornada haciendo unas fotografías para luego enseñárselas a sus antiguos dueños y así ver el arrecife marino en el que se había convertido. Como conocían las coordenadas navegaron hasta allí y cuando se estaban equipando para realizar la inmersión un fuerte e inesperado golpe de viento los arrastró a más de veinte metros de su posición inicial. Intentaron levar el ancla, pero se dieron cuenta que estaba atrapada y tuvieron que hacer una inmersión para soltarla. Tras sumergirse a una profundidad de unos 25 metros, pudieron comprobar que el ancla estaba enganchada en una vasija, pero ésta no era en una vasija normal, ¡era un ánfora romana! Ese día el agua estaba muy turbia y aunque hicieron alguna inmersión más, sólo pudieron ver dos o tres piezas más, por lo que decidieron volver otro día, cuando el agua estuviera más transparente. A su regreso pudieron ver, atónitos, que no sólo había “unas cuantas ánforas” sino una embarcación completa, un pecio hundido, de enormes dimensiones, cargado con miles de ellas (hasta hoy se han contabilizado ya unas tres mil ánforas y varios kg de lingotes de plomo. Con datos fehacientes se pudo reconstruir la historia, haciendo una recreación de lo que podía haber ocurrido. El barco podía haber salido del puerto de Cádiz, cargado de salazones, y en su camino a Nápoles, pasando por las baleares, posiblemente éste se desviara por algún motivo que desconocemos, en un intento por salvar a la tripulación y posiblemente por una maniobra fallida por acercarse demasiado a la costa el pesado barco mercante naufragó, y así quedó velando en silencio durante unos 2.000  años. El pecio recibió el nombre de los apellidos de José y Antoine, Bou Ferrer, sus descubridores.

 

LA CARGA EN UN BUQUE DE LA LÍNEA CÁDIZ-ROMA, EN TIEMPOS DE NERÓN

El enorme barco romano que hacía la línea entre Cádiz y Roma tenía unos 30 m de eslora y su tripulación no excedería de cinco personas. Iba cargado con más de 4.000 ánforas de unos 56 kg cada una. Cargaban  una versión lujosa de la salsa de pescado fermentado “Garum” para la ciudad de Roma. También transportaba 12 toneladas de plomo, en lingotes, con el sello del Imperio Romano del emperador Nerón. Su carga iba apilada estratégicamente de modo que en cada hueco que formaban tres ánforas inferiores se colocaba el pico de otra encima y así sucesivamente. Se dieron cuenta de que faltaba un metro de carga de plomo de las cañerías, seguramente sería una carga de sal  muy apreciada en Roma, que se adquiere en la misma zona (cerca de la Carolina). Esta sal se usaba para tratar las infecciones oculares, tanto en personas como en animales. No obstante, transportaban mucho Gárum para tan poco plomo y es que se solía comprar un flete de plomo y se dividía en cincuenta barcos, de este modo si se perdía una nave, sólo se perdía una parte de cincuenta.

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La vida y designios de la tripulación a bordo de una gran nave de carga

No sabemos si a veces las cosas pasan por casualidad o por causalidad. Este incidente que les aconteció a Bou y Ferrer pudo tener una pincelada mística, donde los fantasmas de esta tripulación, ya cansados de estar ocultos, los eligieron a ellos para compartir con la humanidad su secreto, su historia, cómo era su rutina en el navío, como configuraban su carga, los enseres de la tripulación, los objetos que portaban, sus ropas, pipas, juegos de azar, dados, medallones con alguna foto familiar ahora borrada por el paso del tiempo, su barco y su vida en él y aún siendo muy valientes, a los miedos que se enfrentaban en sus travesías, tales como el que tanto temían que ocurriera en su fuero interno y que terminó ocurriendo ese fatídico día.

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Encuentran la llave de la despensa (y de la historia) en el pecio romano del Bou Ferrer, durante los trabajos también se ha descubierto un lingote de plomo con una marca que hacía referencia a un emperador de la dinastía Julia Claudia y una contramarca que aludía directamente a Nerón.

 

¿Pasarían hambre los tripulantes de las naves o simplemente eran muy precavidos?

 

Durante la campaña que se realizó en el Navío en el 2017 hallaron una jarra con una concreción pegada cuyo contenido no se conocía. Apareció sobre un sondeo en la zona de la cocina en la popa de la nave. Tras el largo tratamiento de los objetos para su preservación una radiografía permitió saber de qué artilugio se trataba, era la llave de la despensa donde guardaban el rancho y algunas pertenencias de los tripulantes. Se han encontrado evidencias, en algunos pecios encontrados, de ánforas con agujeros hechos a conciencia para ir bebiéndose el vino de alguna ánfora poco a poco durante la travesía, sin levantar sospechas.

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